lunes, julio 22, 2013

Ese ganador silencioso

Por sus métodos  le han dicho loco y hasta recreacionista. Y, sin embargo, es el técnico más ganador en los últimos años en el fútbol colombiano. ¿Quién es Juan Carlos Osorio?


Por Santiago Cruz Hoyos
Texto publicado en El País de Cali


Juan Carlos Osorio es un hombre que no deja nada al azar. Se encarga desde la táctica que utilizará su equipo el domingo hasta asuntos que parecen nimiedades como  los conos de plástico de cada entrenamiento. Él mismo madruga a  ubicarlos.

Alejandro Gutiérrez, camarógrafo de Telecinco, asiste cada martes a las prácticas del Nacional. Ha advertido algunos de esos detalles del técnico que en la noche del pasado miércoles obtuvo la estrella doce del equipo verde de Medellín, después de   ganarle 2-0 a Santa Fe   en el estadio El Campín.  
Una vez ubicados los conos, Osorio  cuenta los pasos  de distancia que hay entre ellos. Después  él mismo practica algunos de los movimientos que deberán hacer los jugadores, se cerciora de haber distribuido cada cono adecuadamente sobre el césped.

Aquel  técnico  flaco y de gafas que visto de lejos parece más bien un profesor de química o un científico de laboratorio, controla absolutamente  todo lo que sucede en el entrenamiento. Incluso es el que   decide cuáles de sus jugadores atenderán a los periodistas al finalizar la práctica. Por lo regular elige cuatro. Dos capos (veteranos),  dos jóvenes. En ese sentido es  predecible.   Los jugadores autorizados a hablar  con los reporteros son los que serán novedad en la alineación titular del próximo partido.

La rotación constante de la nómina titular es uno de los asuntos que más le critican los comentaristas deportivos. Alguno llegó a decir que era como si  Osorio, para elegir la alineación,   cerrara los ojos, metiera la mano en una bolsa donde están los jugadores, todos de primerísimo nivel,  sacara once, no importa si cuatro son arqueros y los siete restantes delanteros. Lo curioso es que aquel periodista hoy está celebrando el título del Nacional.  

   Osorio considera que rotar es una manera de tener en un buen nivel futbolístico, físico y anímico a todos sus jugadores.  Osorio al fin y al cabo  no lee las páginas deportivas de los periódicos. Prefiere  escuchar ópera.
 En sus bolsillos carga su famosa libreta y dos lapiceros: uno rojo, el otro azul. El profesor Juan Carlos Castaño, que lo conoce desde que jugaron en el Deportivo Pereira y también cuando entrenaron equipos en Inglaterra, dice que el rojo es para registrar lo que se tiene que corregir en la cancha, el azul para señalar lo que se está haciendo bien.

Hace unos meses,  Osorio le explicaba  a un reportero:  “Mi padre siempre me decía que es mejor un lápiz corto que una memoria larga. Me gusta anotar y tener todo ilustrado para hablar puntualmente con los jugadores”.

  Sus anotaciones, a veces, las hace en inglés y por lo general  en códigos. Utiliza palabras que aunque están en el diccionario y hacen parte de la terminología del fútbol, no son fáciles de descifrar. ‘Desmarque de ruptura’, por ejemplo; ‘Zona 14’.

 En los partidos se ha visto cómo escribe y les manda mensajes a sus jugadores en los papeles de su libreta. Algunos, como el arquero Luis ‘Neco’ Martínez, los han leído y después se los han metido a la boca. Quizá sea una manera de asegurarse de que el rival no intercepte el mensaje.
La libreta de Osorio ejerce un poder curioso en periodistas y aficionados. Despierta el morbo, la curiosidad. ¿Qué secretos del fútbol escribirá ahí? ¿Qué fórmula para ganar estará maquinando?
 Tal vez Osorio no lo haya pensado, pero si llegara a publicar sus apuntes en forma de libro, a lo mejor sería un best seller. Muchos llegaríamos a las librerías para saciar la curiosidad al leer los apuntes de quien algunos aficionados y periodistas,  precisamente como crítica a eso de escribir, llaman ‘libretica’.

 En los entrenamientos Osorio  aplica modelos de nombres tan extraños como sus códigos:  morfociclo patrón.  Es la manera como están organizadas las prácticas semanalmente, mensualmente, semestralmente. Sus equipos saben qué van hacer cada día del año.  

 Cuando fue campeón con el Once Caldas, el primero de sus títulos en Colombia, Osorio le contó al periodista Juan Sebastián Salazar   parte de sus secretos: “Tenemos un entrenamiento funcional, que trata de combinar las necesidades físicas con trabajo táctico y fútbol. La semana la parto en dos y la planeo de adelante hacia atrás. Por ejemplo, el sábado, que tenemos partido, hacemos un trabajo de alta intensidad (con frecuencia cardiaca del 95 por ciento), el viernes anterior es baja, el jueves es moderada y el miércoles es nuevamente alta. Así mantenemos el equilibrio”.

Y siempre sus jugadores entrenan con el balón en sus pies. Por ello, cuando Osorio dirigió a Millonarios, uno de los accionistas del club en este entonces (2006)  y extécnico del equipo,  ‘Chiqui’ García, lo llamó “recreacionista”. Juan Carlos Osorio no respondió. Nunca responde un insulto.

El profesor Juan Carlos Castaño cuenta también que en los entrenamientos Osorio busca simular las situaciones que podrían vivir sus jugadores en los partidos y les da cuatro opciones para resolverlas. La  más adecuada se repite una y otra vez. Es una manera de enseñarle al cerebro a elegir bien y rápido.

También trabaja en espacios reducidos. A veces organiza  partidos de doce contra doce, trece contra trece, y para reducir el espacio ubica porterías móviles en el punto penal. Es una manera de trabajar la circulación del balón con precisión, buscando el arco del rival. Los jugadores tienen un límite de pases hacia atrás. Si lo superan, son penalizados. El ataque es una de las prioridades de Osorio, aunque por supuesto trabaja la defensa con excelentes resultados.

Llegó a lograr, en 25 de 58  juegos con Nacional,  que su arco no fuera vulnerado. El 43.10%, casi la mitad de los partidos, el equipo sacó el arco en  cero.

 Aquello no lo logra solo con entrenamientos. Juan Carlos Osorio estudia a todos sus rivales, no importa si son poderosos o llamados chicos.

El periodista Óscar Rentería, uno de sus amigos, dice que Osorio se conoce las plantillas de todos los clubes tanto de la primera división del fútbol colombiano, como de la  segunda. Puede saber, por ejemplo, cuál es el lateral derecho del Jaguares de Montería, los volantes  del Huila, la delantera del Dépor de Aguablanca. Y no solo conoce sus nombres. También cómo se mueven en la cancha.

Osorio es, ante todo,  un hombre estudioso. De hecho, dejó de jugar al fútbol como profesional para estudiar. Está acreditado con licencia de director técnico  tipo A —el mayor grado— de la Uefa que logró a través  de la Asociación de Fútbol de Inglaterra. También tiene licencia de dirección técnica expedida por la   Asociación Holandesa de Fútbol y un postgrado en Ciencia del Fútbol de la Universidad de Liverpool.
Durante cinco años fue asistente de campo del Manchester City, uno de los equipos más grandes de Inglaterra. Llegó por recomendación del técnico  inglés Kevin Keegan. Osorio lo conoció en la MLS donde se fue a jugar, también en silencio, sin saber inglés.

 Pero aquella vida  la dejó por un sueño: salir campeón. Y ese sueño ya lo ha repetido varias veces. Juan Carlos Osorio tiene dos títulos del fútbol colombiano, una Superliga y una Copa Postobón.
Y él sigue ahí, estudiando, como si nada. Óscar Rentería dice que a veces  el mismo  Osorio lo visita de sorpresa  en su emisora o en la cabina de transmisión de los partidos sin él haberle pedido una entrevista.   Juan Carlos Osorio es un ganador silencioso.

jueves, julio 11, 2013

El entrenador de mentes





Sumario... Estanislao Bachrach es doctor en biología molecular. Y sin embargo se dedica a un oficio extraño: entrena mentes. Trabajó con River Plate en los días previos a la final del torneo de ascenso. River ganó, volvió a primera y en Argentina lo llamaron gurú. ¿Qué tiene para decirle al América en tiempos en los que también busca la A?

Por Santiago Cruz Hoyos
Reportero de El País

-       Mira, el día que River volvió a primera, fue uno de los más especiales de mi vida. Primero porque soy hincha de River, mis mejores amigos son de River. Para trabajar con el equipo yo le pedí dos condiciones a Almeyda: que no me pagara nada y que no se dijera que yo trabajaba ahí. Las dos las cumplió. Lo que sucedió después fue que los jugadores, cuando estaban en el hotel concentrados, comenzaron a twittear: hay un ‘pelado’ (calvo) biólogo, de Harvard, trabajando con nosotros. Entonces la gente empezó a entender que era yo. No tenía ganas de que se supiera. Hay mucho periodismo. No quería romper con la tranquilidad de mi vida. Pero se supo. Y yo festejé el título extremadamente feliz.

-       ¿Cómo lo celebraste?

-       Recuerdo un jugador – no te puedo decir su nombre – volviendo al vestuario después de salir campeón, mirándome a los ojos y diciéndome algunas frases importantes sobre lo que había significado mi trabajo. Después estuve en el vestuario, paradito, mirando cómo ellos festejaban. Me comporté no como hincha, sino como un profesional. Y lo segundo fue que Almeyda me invitó a la cena de festejo que se realizó en un restaurante argentino, y en la cena había 200 personas. Fui con mi esposa. Y delante de todos Almeyda agarró el micrófono y me agradeció. Ese fue otro de los momentos más lindos de mi vida. Yo admiraba mucho a Almeyda como jugador de la Selección, de River, de fútbol. Tenemos una buena relación. Hay que acordarse que el trabajo más importante lo hizo él. Fue él el que me dio la oportunidad para que yo, una persona desconocida en el ambiente del fútbol, que trabaja en algo que nadie entiende, interviniera con sus jugadores cinco días antes del partido final. La apertura mental de Matías es algo extraordinario.
Cinco días antes del partido en que River Plate definía el título del Nacional B en Argentina frente Almirante Brown, exactamente el 26 de junio de 2012, Matías Almeyda, su técnico, llamó a Estanislao Bachrach, biólogo molecular.
-       Vení, trabajá con nosotros, le dijo.
Y él fue. Y River ganó 2-0 con goles de David Trezeguet, regresó a primera división.
¿Qué hace un biólogo molecular en un equipo de fútbol? ¿Qué puede hacer en cinco días?
II

Estanislao Bachrach nació en Buenos Aires en 1971. Cuando terminó la secundaria, como todos, tenía que tomar una decisión: estudiar o trabajar. Decidió lo segundo, un poco también empujado por el deseo de sus padres, Gregorio Bachrach y Silvia Pipkin. Ellos querían que se convirtiera en científico. Estanislao estudió ininterrumpidamente 17 años en Argentina, Francia y Estados Unidos. Se hizo doctor en biología molecular. Llegó a Harvard. Allá un día lo felicitaron, le dijeron que su ciclo como estudiante terminaba, que de ahora en adelante sería investigador y profesor. 

Esta es tu oficina, le dijeron, este será tu salario, un gran salario, esta es la gente que va a trabajar contigo, tu vida está solucionada, ser profesor en Harvard es un cargo de por vida, vas a ser profesor toda la vida, vas a estar en la mejor universidad del mundo, en uno de los mejores lugares del mundo para vivir, Boston, Massachusetts, Estados Unidos, una ciudad cosmopolita, ubicada frente al océano, con mucha cultura y buenos cafés y restaurantes y casas lindas, grandes, con jardines para pasear al perro. 

Y sin embargo, Estanislao Bachrach, que le había dado clases a tipos como Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, no se sentía feliz. Se había dado cuenta que hacía lo que hacía básicamente por satisfacer a sus padres. Entró en crisis. Se deprimió. Fue cuando perdió el cabello. Empezó a sufrir dolores de cabeza terribles. A veces vomitaba en la calle. Bajó diez kilos. Parecía enfermo. Pero en realidad no era que estuviera enfermo. El cuerpo tiene sus maneras de hablar. Y le estaba diciendo que no tenía que estar más ahí, en el mejor lugar del mundo para vivir.

Después de un año de preguntas, de terapias, de sufrimiento, decidió dejarlo todo, volver a su país. Justo en ese momento, desaparecieron sus dolores. El cuerpo tiene sus maneras de hablar. ¿Estás loco? Cómo te vas a ir de Harvard? le preguntaron sus colegas.
III
-       Y bueno, ¿qué hacer? No sabía muy bien qué hacer, pero tenía una pregunta: ¿cómo buscar más la felicidad que el éxito? Llegué a la Argentina en 2007 y lo primero que hice fue una maestría en negocios. Estaba pensando en cambiar mi vida. Entonces dejé de ser un científico de laboratorio – estudié muchos años enfermedades humanas, trabajé en hospitales – y me convertí en lo que hago hoy: utilizo la ciencia, en este caso la neurociencia, para ayudar a las personas sanas, para mejorar el desempeño en el trabajo. En vez de usarla para entender enfermedades, o curar enfermedades, o mejorar la calidad de vida de los pacientes, es como utilizarla para la gente que está bien y cómo potenciar esa gente, cómo mejorarla. Me di cuenta que quería trabajar con personas comunes, los que van a trabajar todos los días. Y de manera muy natural, lo que empecé a hacer fue asociar el mundo de la biología y la neurociencia, con el mundo de las empresas. Empecé a darme cuenta que con mis conocimientos científicos sobre cómo funcionaba el cerebro, podía impactar a las personas. Ayudarlas a ser más creativas, a manejar mejor las presiones, a tener más confianza, animarse a otras cosas, salir de la zona de confort, encontrar mas bienestar, cambiar. Mis dos grandes temas hoy en el trabajo son el cambio y la creatividad desde una mirada científica.

Los dos grandes retos de las empresas de hoy son el cambio y la creatividad. El mundo cambia todos los días, las empresas deben seguir el mismo paso, de lo contrario mueren, desaparecen. Si sus empleados tampoco avanzan a ese mismo paso, sino trotan y toman un poco de ventaja, pueden morir también, perder el trabajo.

Los clientes de Estanislao Bachrach son empresas famosas. El Banco Galicia, por ejemplo, el más grande de Argentina. También ha hecho intervenciones en Mercedes Benz, Coca - Cola, Adidas, Unilever, el Banco Interamericano de Desarrollo, Carrefour, Espn, Directv, la Unión Europea.

Lo contactan muchos y fácil. Bachrach da clases de innovación y cambio en la maestría de negocios de la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires, permanece en contacto con empresarios. Cada 15 días habla del impacto de la ciencia en la vida cotidiana en uno de los programas más escuchados de la radio Argentina, ‘Perros de la calle’. Y su libro, Ágilmente (aprende cómo funciona tu cerebro para potenciar tu creatividad y vivir mejor), es el más vendido en su país.

-       Me busca mucha gente pero mi equipo y yo tenemos una forma de trabajar muy particular: Pocos clientes pero muy comprometidos con ellos. Somos como una especie de grupo boutique. Así nos llamamos. Nuestras intervenciones son profundas en las compañías. No son cortitas. El cerebro es como un músculo que se puede trabajar para mejorar, pero se necesita esfuerzo, tiempo y disciplina.

En River, sin embargo, apenas tuvo esos cinco días para trabajar, aunque luego se quedó con el plantel dos meses más, ya ascendidos a primera división. Pero cuando le dijeron que tenía apenas cinco días, Bachrach padeció eso que llaman estrés profesional. 

IV

El mundo avanza rápidamente, las entrevistas a veces se hacen a través de Skype. Estanislao Bachrach habla a través de su computador. Algunas de las versiones que se publicaron en Argentina sobre su trabajo en River no fueron ciertas, o por lo menos, no exactas, dice. Como lo del murmullo del Estadio Monumental. Según algunos periodistas, grabó el murmullo del estadio de River en partidos previos al juego definitivo, y se los puso en los entrenamientos a los jugadores para convertir la presión de la tribuna no en algo negativo, paralizante, sino en algo positivo.

-       Yo sí hice un trabajo con sonidos en el vestuario, pero no grabé el murmullo. Mucho de lo que se publicó en los diarios fueron mentiras. Hay mucha política en el ftbol.

En los diarios, también, lo llamaron gurú. Bachrach se siente mal con ello. A veces la palabra tiene la connotación de charlatán. Su significado exacto en el hinduismo es maestro espiritual. Y él no es ni lo uno ni lo otro, dice. Sigue siendo un científico. Uno que viaja a Estados Unidos cuatro veces al año a preguntarle a sus colegas de Harvard y otras universidades qué han encontrado nuevo sobre el funcionamiento del cerebro. Lo que él pretende es conocer ese órgano, entender cómo trabaja, y a partir de ese conocimiento, transformarlo, ayudarles a otros a hacer lo mismo, ser más creativos, pensar distinto, atreverse al cambio, saber qué hacer con esos miedos que genera el cambio.

Lo que hace, es lo que quiere decir Bachrach, es un trabajo profesional. Fue lo que hizo en River. Aunque advierte que no puede contar mucho de lo que hizo. Hace parte del secreto profesional. Contarlo sería como revelar el secreto de la Coca - Cola. Y no. Se lo guarda.

-       Hoy existen técnicas de neurociencia para gestionar las emociones, tomar mejores decisiones, potenciar la confianza acentuando lo positivo en lugar de vivir bajo la crítica permanente. A través de la neurociencia se puede lograr  también un uso eficiente de la energía mental, por ende de la energía física, alcanzar mayor concentración, autoconocimiento para saber qué quiero y cómo me quiero sentir frente a un evento deportivo u otro, aprender a respirar mejor para oxigenar el cerebro, crecer en empatía para entender al compañero, al técnico, al hincha y al rival, desarrollo de la intuición, velocidad de reacción, mejorar la vista periférica.  Lo más importante es explicarle al jugador qué vas a hacer y para qué sirve hacerlo. Cuando entendés la teoría de lo que se trata la práctica,  se aprovecha mucho más. En resumen, sería como llevar tu cerebro a un gimnasio y a un spa para prepararlo para la competencia. Ese fue mi trabajo en River.  Pero no puedo contarte las actividades en detalle.

Cada equipo de fútbol, cada empresa, dice Bachrach, es como un paciente. Para intervenirlo tenés que conocerlo. En River, ejemplo, estudió desde quién hablaba dentro de la cancha y el vestuario hasta dónde se sentaban los jugadores más jóvenes a la hora de comer, si se juntaban con los jugadores de experiencia o no, qué tanta oportunidad tenían en el equipo, cómo se veía el uno frente al otro, incluso hasta a qué horas se entrenaba. Lo mismo hizo con el cuerpo técnico y ayudantes.

-       Hay un montón de cosas que pueden impactar y ser mejoradas para que los jugadores se sientan más confiados, salgan más tranquilos y seguros a la cancha. Mi trabajo es entrenar la cabeza. Como el preparador físico entrena el cuerpo, el técnico la táctica, mi trabajo es entrenar la parte mental.
Y el de River, en esos cinco días que estuvo, era un momento de mucho estrés, mucha tensión, mucho miedo en algunos jugadores. Era el partido más importante en la historia del club, el día final para salir de ese infierno llamado descenso y lo que se encontró Bachrach  es lo que muchas veces la gente olvida, lo que muchos olvidamos: 30 jóvenes. Los jugadores son jóvenes de 20, 21 años, que deben soportar una presión extrema: de sus resultados en la cancha depende el estado de ánimo de una ciudad, de una región, de un país incluso. Cada domingo los futbolistas de los equipos grandes salen a caminar por la cuerda floja.

Bachrach, con los jugadores de River, entonces, trabajó temas como el manejo de la tensión y estrés. Fue un trabajo tanto individual como grupal. No es la misma la presión del delantero que la del lateral. La del diez, con la del volante de marca. La del suplente con la del titular.

-       Hay distintos umbrales.

También trabajó la confianza. Porque sucedía que el periodismo y la gente trataba bastante mal a los jugadores. River había estado primero y segundo durante todo el año y sin embargo el equipo se sentía como si hubiera sido último. La presión y el periodismo pueden influenciar mucho en cómo te sentís, dice Bachrach.

Y aquello no cambiará jamás. El periodismo seguirá criticando, la gente seguirá enojada con sus equipos, sobre todos cuando son llamados grandes y descienden. Los seguirán puteando. Sucede en Argentina, sucede en Cali, Colombia, con América. ¿Qué hacer entonces?

-       Es difícil explicarlo a la distancia, sin conocer el equipo. Pero primero no se puede generalizar. Hay que estar ahí, escuchar al plantel, estar con ellos un par de días, escuchar al técnico, entender cuáles son las fisuras internas, qué es lo que está pasando, y ahí hacer una especie de coctel de posibles soluciones. Pero creo que lo más importante es esto: el equipo – jugadores, técnicos, dirigentes, no pueden esperar a que la gente de afuera cambie. La gente va a seguir criticando, va a seguir enojada por todo lo que ha pasado,  les seguirán poniendo presión. El trabajo no hay que hacerlo con el público del equipo ni con los comentaristas deportivos, hay que hacerlo con los jugadores. Es decir: ¿cómo hacer para que toda esa presión influya lo menos posible a la hora de salir a jugar? Ese, básicamente, es mi trabajo.

A Estanislao Bachrach le gusta el deporte, el fútbol. Sospecha que el aspecto mental aún no está tratado de manera muy profesional. La neurociencia tiene mucho por aportar a los deportistas, dice, no como una competencia con otras disciplinas como la psicología, no, sino como un complemento. Bachrach también ha trabajado con tenistas profesionales.

-       ¿Volverías a un equipo de fútbol?

-       En Argentina es un ambiente muy difícil. Pero sí, me interesaría mucho. Me interesan sobre todo los equipos grandes, importantes. No quiero parecer arrogante, pero me interesan esos desafíos. Equipos como el América de Cali.